Una emoción dura, técnicamente, 90 segundos en nuestro cuerpo y mente. Sin embargo, nuestra experiencia es otra: podemos quedarnos pegados en un estado emocional horas, días, años… ¿A qué se debe esta diferencia entre la técnica y la experiencia? A que inventamos historias en torno a las emociones, que las explican, que las ponen en contexto, y  las sostienen. Son relatos que dicen que las cosas debieran ser distintas a como son, que la gente -o yo- nos debiésemos comportar de otra manera. 

 
Pero, como todos hemos experimentado, no es llegar y soltar estas historias. Las llevamos repitiendo por décadas, y parecen más reales que la realidad misma. La clave de su éxito es que son dolorosas. El dolor se pega en nuestro sistema nervioso como velcro, derribando fácilmente las creencias o relatos positivos u optimistas.
 

 
Por eso, para que podamos transitar más amablemente por las emociones difíciles y nos vayamos liberando suavemente de estas historias, te proponemos ser testigo de ellas en vez de mártir. Explorar las sensaciones físicas que producen y las ideas que gatillan, pero manteniendo la posición de testigo, sólo testigo. 
 

 

En el video de esta semana, la Vero nos presenta una práctica que nos ayuda (permitiendo y no peleando con lo que nos pasa) a atravesar estas emociones y acercarnos un poco más a estos 90 segundos.